Arabia Saudita, la nueva meca del deporte y el entretenimiento
Un anuncio importante esta semana causó revuelo en el mundo del golf profesional en todo el mundo. No tendría un lugar en la historia geopolítica si no fuera por el papel jugado por… el Reino de Arabia Saudita. Los tres circuitos mundiales rivales ya han anunciado su fusión, poniendo fin a la «guerra civil» en el mundo del golf profesional.
Se nombra al jefe de la nueva entidad: Yasser Al-Rumayyan, jefe del Fondo de Inversión Pública Saudita. Si añadimos que uno de los más grandes golfistas se llama… Donald Trump -tres de los torneos más grandes se juegan en sus campos de golf- entendemos rápidamente lo que está en juego.
En la misma semana, supimos que dos de los mejores futbolistas de Francia, Karim Benzema y N’Golo Kante, se unirán al club saudita Al-Ittihad, una vez más, del fondo de riqueza soberana de Arabia Saudita. El volumen de conversiones no se conoce, pero ciertamente es significativo. A ellos se unirán otras estrellas del fútbol como Cristiano Ronaldo.
¿que sucede? En pocas palabras, el Reino de Arabia Saudita, y en particular su Príncipe Heredero Mohammed bin Salman, ha decidido invertir fuertemente en deportes, entretenimiento, cultura e industrias creativas. Tiene bolsillos llenos.
Hay dos razones para esta elección. El primero es interno. El príncipe heredero ha optado por abrir la puerta a una sociedad muy conservadora, pero dos tercios de la población tiene menos de 35 años. Festivales de música electrónica con DJ David Guetta, multiplicación de eventos artísticos, creación de nuevos museos… El reino wahabí ofrece ahora a su población programas inimaginables hace unos años.
Es la opción de la modernización autoritaria, porque la relajación del yugo de la sociedad no va acompañada de ningún cuestionamiento del sistema político feudal: la intolerancia a cualquier conflicto sigue siendo la norma. Es un poco como la versión china del modelo saudita, un contrato social permisivo, siempre que no cruces una línea roja política.
La segunda razón es internacional: Mohammed bin Salman, como se le llama al príncipe heredero, está jugando con la carta del “soft power”, la influencia blanda, para restaurar su imagen, que sigue afectada por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018.
Desde hace algún tiempo, Arabia Saudita ha estado en los titulares más por sus inversiones en deportes o entretenimiento que por sus violaciones de los derechos humanos, ¡ese es el punto! Una suerte de “sportswashing”… También se destaca por su creciente protagonismo, cada vez mayor autonomía, en la diplomacia regional y global.
Esta es la señal del período de cuestionamiento de los equilibrios globales: países como Arabia Saudita se están liberando de las alianzas del bloque. En Beijing, Riyadh ha restablecido el contacto con Irán, y la embajada iraní reabrió sus puertas esta semana. Y Anthony Blinken, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, está actualmente en el Reino caminando sobre cáscaras de huevo, y no en los territorios ocupados como antes.
Esta estrategia integral del príncipe heredero tiene la ventaja de cambiar la imagen del reino. Pero también parece ser un acto de equilibrio tanto en su transformación interna como en su papel internacional. Cambiar todo para que nada cambie no siempre funcionó.
«Solucionador de problemas profesional. Sutilmente encantador aficionado al tocino. Jugador. Ávido nerd del alcohol. Pionero de la música».